Muchas críticas a las mujeres que destacan en política parten de la impresión que producen cuando hablan en público: "parece una verdulera", "parece que está enfadada", "habla como una histérica", etc.
Cuando un orador habla en público tiende a utilizar un tono más agudo cuando enfatiza un pasaje de su discurso. Cuando elevamos el tono de voz también agudizamos nuestro tono.
Si el orador es un hombre, al partir de un tono de voz grave, su discurso en esas circunstancias especiales sigue sonando en un rango de tonalidad que percibimos como "normal".
Si quien habla es una mujer, por el contrario, al partir de un tono más agudo, al agudizarlo resulta más allá de lo que consideramos "normal" y lo percibimos como "histérico", "agresivo", etc.
Hay algunas excepciones. Por ejemplo, Pedro J. Ramírez, el director de El Mundo, tiene una voz muy atiplada y sus énfasis o gritos resultan desagradables. Lo mismo le ocurre al ex-portavoz del gobierno de Aznar, Miguel Angel Rodríguez o incluso al periodista Juan Cruz, aunque éste último no suele gritar.
También hay excepciones en el lado femenino, aunque no recuerdo ninguna ahora.
Pero fuera de las excepciones, la norma indicada se cumple de modo general haciendo que las mujeres den una peor imagen al hablar en público, muy especialmente cuando lo hacen en un mitin político.
Deberíamos tener en cuenta esta regla puramente física, antes de criticar a las mujeres que hablan en público.
Hola.
ResponderEliminarEs interesante el tema que tocas en esta oportunidad. Tanto las mujeres como los hombres tenemos un modo de hablar un poco distinto para ello se debe ajustar con cada técnica o ayuda y llegar al objetivo final.
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Andrés Velásquez