domingo, 18 de abril de 2010

Homenaje a Miguel Hernández

Cuando hice la "mili", en Melilla, hace ya más de treinta años, uno de mis compañeros más fieles fué un libro de poemas de Miguel Hernández.
Recuerdo que me emocionaba pensando en un padre encerrado en la cárcel escribiéndole a su hijo un poema tan bello como las nanas de la cebolla. Y pensaba en lo que debía de sentir un hijo al leer, siendo ya un adulto, un poema así dedicado a él.
Siempre había pensado que Miguel Hernández escribió aquel poema en la cárcel de Alicante, donde murió.
Pero ayer mi amiga Conchi me sacó de mi error: Miguel escribió las nanas de la cebolla en la cárcel de Torrijos, un viejo edificio de Madrid que todavía muestra su orgullo de palacete de ladrillo en la calle del Conde de Peñalver de Madrid, en el número 53.
Ayer sábado, al salir del restaurante tras una comida festiva, once amigos, empujados por el entusiasmo de Conchi, fuimos andando hasta el número 53 de la calle del Conde del Peñalver, donde una placa situada en la fachada recuerda el homenaje que la Sociedad General de Autores dedicó en 1985 en aquel lugar a Miguel Hernández así como el hecho de que allí fué donde escribió aquel poema tan emotivo dedicado a su hijo y al peculiar alimento que su madre le daba.
Conchi había preparado para la ocasión un texto que ha leido bajo la lluvia para los diez amigos que la acompañábamos:

"La República"
El 14 de Abril de 1931 en España se proclamaba la segunda república. Para la sociedad se iniciaba así un período de cambios llenos de esperanzas y sueños para la mayoría de españoles. Pero las clases privilegiadas se vieron amenazadas y no la dejaron existir por mucho tiempo. Tan sólo cinco años de democracia, de prosperidad económica, de cambios culturales, políticos y educativos en favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
El primer presidente de la república fué Alcalá-Zamora en Diciembre de 1931. Le siguió Azaña, el presidente cuando comienza la Guerra Civil. Es en Enero de 1936 cuando se forma el Frente Popular (coalición de partidos de izquierdas) que gana las elecciones provocando la alegría del pueblo. Pero no durará muchos meses, ya que en Julio comienza la sublevación militar en Melilla y triunfa el golpe de estado, produciéndose a continuación una guerra civil horrorosa que dividirá en dos a España. Las dos Españas, las de siempre, que siguen hoy día. Dos formas de ver el Mundo, la Sociedad y el Hombre.
Este año, en que se conmemora el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, hemos querido dedicarle un pequeño homenaje visitando uno de los lugares donde él estuvo en Madrid. Desgraciadamente, se trata de la cárcel hoy situada en la calle del Conde de Peñalver, antes llamada Calle Torrijos, en la que hoy se encuentra una residencia de ancianos, la Fundación Fausta Elorz.
Aquí pasó Miguel Hernández un tiempo después de que terminara la guerra y antes de que le trasladaran a la prisión de Alicante donde murió.
Pero en esta prisión de Madrid escribió uno de sus más célebres poemas, "Las Nanas de la Cebolla", dedicado a su hijo, después de recibir una carta de su mujer en la que decía que no comía más que pan y cebolla.
Miguel Hernández, natural de Orihuela, Alicante, llega a Madrid en Diciembre de 1931, concretamente a la estación de Atocha. Se dirige a una pensión en la Costanilla de los Ángeles y entabla amistad conVicente Aleixandre y con Pablo Neruda.
De Madrid dice Miguel Hernández en uno de sus versos: "Eres mi casa, Madrid, mi existencia".
Miguel Hernández había nacido el 30 de Octubre de 1910 y muere en Alicante el 28 de Marzo de 1942. Fué un gran poeta del pueblo, perteneciente a la generación del 36, pero tuvo una gran proximidad con la generación anterior, la del 27.
Cuando estalla la guerra, Miguel Hernández se alista en el bando republicano y figura en el 5º regimiento. En plena guerra, logra escaparse por poco tiempo a Orihuela para casarse con su gran amor, Josefina Manresa. En Diciembre de 1937 nace un primer hijo, que muere a los pocos meses y a quien escribe "Hijo de la Luz y de la Sombra". En 1939 nace su segundo hijo, Manuel Miguel, a quien dedica "Las Nanas de la Cebolla".
En Abril de 1939, cuando Franco declara que la guerra ha terminado, Miguel Hernández termina de escribir "El Hombre Acecha", que la censura franquista ordena destruir, y del que se salvaron dos ejemplares, volviéndose a editar en 1981.
Su amigo Cossio le quiere acoger en Tudanca, pero él rehusa y marcha a Orihuela. Como allí corría mucho peligro, parte hacia Sevilla por Córdoba para irse a Portugal pasando por Huelva, pero allí la policía de Salazar lo detiene y lo entrega a la Guardia Civil. Desde la cárcel de Sevilla lo trasladan a la de Torrijos en Madrid, donde, gracias a las gestiones de Pablo Neruda, puede salir sin ser procesado en 1939. Se marcha a Orihuela, pero allí fué delatado y detenido y, ya en la prisión del Conde de Toreno en Madrid, fué condenado a muerte en 1940. Fué trasladado a distintas prisiones para, en 1941, acabar en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo. Allí enfermó y padeció de bronquitis y tuberculosis, de la que muere el 28 de Marzo de 1942 con sólo 31 años de edad.
Sus restos están en Alicante, en el cementerio de Nuestra Señora del Remedio, junto a su mujer y su hijo.
No podemos acabar este homenaje sin agradecer a Joan Manuel Serrat que con su música nos haya hecho sentir y conocer sus poemas. Gracias a él toda una generación hemos crecido y amado la libertad, la justicia y la poesía de Miguel Hernández deseando el advenimiento de la Tercera República.


Tras la lectura de este texto, Aurora ha leido con emoción el poema "Las Nanas de la Cebolla", finalizando así, bajo la lluvia que ha querido añadir dramatismo al acto, el modesto, pero sentido homenaje que hemos rendido a Miguel Hernández en uno de los lugares en los que forjó su leyenda en Madrid.

miércoles, 14 de abril de 2010

Apoyo a Garzón

Hace unas semanas publiqué un artículo manifestando mi discrepancia con el proceso a Garzón por investigar los crímenes del Franquismo

Lamentablemente hoy tengo que volver a escribir sobre el asunto porque un juez del Tribunal Supremo ha decidido procesarle por prevaricación y ese procesamiento podría dar lugar en los próximos días a su separación cautelar (provisional) del puesto de juez, con el riesgo de acabar condenado y siendo expulsado de la carrera judicial.

Y esto ya me parece pasar de castaño a oscuro.

En primer lugar, sin ser experto en leyes, (aunque en cada español habría un experto en derecho a juzgar por lo que se lee y lo que se oye por ahí) considero ridícula y muy discutible la argumentación del juez que procesa a Garzón. El juez no entra en el fondo de la cuestión, es decir en valorar si el comportamiento de Garzón en el hecho denunciado constituye un delito o no, sino que se limita a decir que podría serlo. Es evidente que cualquier juez, en el ejercicio de su profesión podría cometer prevaricación, del mismo modo que cualquier cocinero, en el ejercicio de su profesión podría envenenar el plato que cocina.

Por otro lado, el sibilino juez evitaría pronunciarse sobre el fondo de la cuestión, alegando que es para evitar contaminarse, es decir para evitar que una toma de posición previa al juicio pudiera inhabilitarle para actuar también como magistrado en el proceso. De este modo, se asegura la posibilidad de ser uno de los dos jueces que intervendrán en el proceso.
Y así, jugando con los turnos, cuyos mecanismos conocen a la perfección, los magistrados predispuestos a echar a Garzón de la judicatura podrían intentar constituir un tribunal para juzgarle claramente parcial.

Todo esto me ha parecido entender tras una lectura crítica de lo publicado sobre el asunto.

Intento ponerme en el lugar de los que creen que Garzón ha prevaricado y trato de analizar la situación lo más objetiva e imparcialmente posible. Es un ejercicio difícil, porque hay muchos sentimientos en juego en este asunto.
Pero por más que lo intento, el único lugar donde veo signos claros de prevaricación, es en la actuación del Juez que ha decidido procesar a Garzón.

Creo que si Kafka hubiera vivido en este siglo, escribiría una nueva versión de su famoso libro "El Proceso" con las sorprendentes aportaciones del juicio a Garzón, porque el original se le antojaría ampliamente superado por la realidad.

Sinceramente, espero que tengan razón los jueces que, desde su discrepancia con el camino recorrido hasta ahora por este proceso a Garzón, manifiestan su confianza en una solución del mismo favorable al magistrado de la Audiencia Nacional.

De lo contrario, como decía una interlocutora en Twitter, volvería a sentir vergüenza por ser español, como la que me hizo pasar Aznar durante su mandato. En este caso sería por nuestro sistema de administración de justicia.
 
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