lunes, 10 de agosto de 2009

Navegando por el Egeo

Dice nuestro capitán, Giorgos, que para llevar el timón del barco hay que sentir que uno está bailando con las olas.

Ésa es la sensación que se tiene en algunos momentos, cuando navegamos junto a la costa protegidos del viento, todo es suave y de lo único que tenemos que preocuparnos es de adivinar la dirección del próximo cambio de posición del barco para anticiparnos a él y hacer la corrección que nos mantenga en nuestro rumbo. Es fácil, al cabo de unos cuantos errores, empezamos a sentir al barco y pensamos que ésto de navegar, al fín y al cabo no es tan difícil.

Más tarde, cuando salimos a mar abierto, el mar se muestra con toda su intensidad. Navegamos con viento de 15 nudos, llegando en algunos momentos a los 20, que nos entra en oblícuo desde adelante a la izquierda.

Ahora toma más sentido la afirmación de Giorgos, pero la sensación es la de estar bailando un violento rock and roll acrobático, con el mar haciendo dar saltos al velero como si fuera su chica, ésa que ha elegido chiquitita y muy ágil para que le resulte más fácil hacerla girar, darle una vuelta alrededor de sí mísmo y hacerla pasar sobre su cabeza y caer en picado, sacándola por entre sus piernas para volver a empezar.

Aunque en algunos momentos, lo que se siente se parece más a montar un caballo salvaje al que estamos tratando de domar.

Al principio llevábamos el timón, una rueda vertical de casi un metro de diámetro, con las dos manos, asegurando el equilibrio con las piernas bien abiertas.

Ahora, necesitamos aplicar toda nuestra energía a mantener nuestra posición frente al timón. Las piernas bien abiertas y ligeramente flexionadas para reaccionar con rapidez ante los movimientos de coctelera del barco, una mano sujeta fuertemente a uno de los asideros, y la otra mano libre para gobernar el timón.

En esta posición, de pié, dominando con la vista toda la cubierta, el punto lejano que nos sirve de referencia para mantener el rumbo, y las olas que vienen hacia nosotros desde la izquierda, uno se siente poderoso, ingénuamente poderoso. El mar se encarga de vez en cuando, con un fuerte empujón que nos hace saltar y perder la posición delante del timón, bamboleándonos como si fuéramos una bandera que ondea sobre el asidero, que ese poder que sentimos, en realidad es prestado, tiene su orígen en el mar que es su verdadero propietario, y únicamente lo podremos disfrutar mientras mantengamos nuestro respeto a ése, su legítimo dueño salado e inmenso.

Aunque no se cuente el lirismo entre mis cualidades personales, es imposible describir la experiencia de navegar gobernando el barco sin recurrir a él, aunque sea con esta torpeza que me caracteriza.

La llegada a una bahía y el baño solitario en unas aguas transparentes pone colofón a una jornada inolvidable

2 comentarios:

  1. Si, pon tu mira en un punto lejano allí en el horizonte, donde el mar y el cielo se juntan y el punto se convierte en una línea sin fin...

    Esperamos que os lo estéis pasando estupendamente y no os perdáis. Que queremos ver las ingentes cantidades de fotos que estaréis haciendo entre todos.

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