viernes, 20 de marzo de 2009

Yo sí sé cuál es el problema

Los economistas no estudian aritmética.
O, si la estudian, la olvidan y no la aplican en su actividad profesional.

Dice John Keneth Galbraith que los economistas nunca aciertan cuando hacen pronósticos y, a pesar de ello, los siguen haciendo. Y nosotros, estúpidos, los seguimos escuchando y, a veces los creemos.

Todos, economistas y políticos, están perdidos actualmente.

Nadie sabe lo que quiere decir cuando dice: "se necesita un cambio en el modelo de crecimiento"

¿Cómo se puede proponer como solución al mismo tiempo más productividad y más empleo?
¿Es que no saben de gestión de empresas?
¿Cuantas empresas aumentan el número de empleados para mejorar la productividad?

Hace tiempo que llevo pensando (y diciendo) que el modelo actual de economía, basado en el uso del empleo para el reparto de la riqueza y que, en consecuencia, necesita de un crecimiento indefinido, no es sostenible.

El problema es que yo soy únicamente una persona con sentido común que utiliza la aritmética.

Y mi opinión no vale nada para los que mandan.

Cuando he tenido la ocasión de compartir parcialmente mi punto de vista con un economista de prestigio he recibido una respuesta condescendiente en la que, dejando entender que no tengo ni idea y soy un simple aficionado al que le gusta opinar de todo como si supiera, insitía en los lugares comunes: "Es necesario más productividad y más empleo".

Desde que empecé a reflexionar sobre el modelo económico actual llegué a la conclusión de que no es sostenible, como ya he dicho antes, y que la salida a esa imposibilidad de perpetuación del modelo puede ser de dos tipos:
  • Destrucción de lo existente para que de nuevo tengamos potencial de crecimiento. (Es la solución que nos ha funcionado hasta ahora, basta recordar la Primera y la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo)
  • Cambio del modelo mediante una redefinición que permita encontrar un mecanismo distinto del empleo para repartir la riqueza.

En ambos casos, la solución es tan dramática o revolucionaria, que es imposible llegar a ella espontáneamente y sin esfuerzo.

Siempre he pensado que un día, cuando el modelo ya no aguante más, se produciría una crisis que haría comprender con claridad a todos, especialmente a los dirigentes, que el modelo es imposible y hay que cambiarlo.

No sé si la crisis actual es ésa crisis. Yo creo que todavía no. Yo creo que la crisis a la que me refiero llegará después de varias crisis como la actual, de la que saldremos con una recuperación temporal que durará probablemente poco, para volver a caer, levantarnos de nuevo y volver a caer, hasta que nos convenzamos de que ésto ya no funciona.

Y ésto es así porque los dirigentes son, por naturaleza conservadores, y para entender el problema y, sobre todo, plantear una solución, es preciso ser revolucionario.

En realidad el modelo del llamado "socialismo real" probó, sin éxito, una alternativa consistente en la creación de empleos para todos, aunque no fueran necesarios, obligando a la gente a realizar una actividad laboral inútil en muchas ocasiones. Basta con visitar el metro de San Petersburgo y fijarse en la figura del vigilante de la escalera automática para entender lo que quiero decir.

Es difícil dar con un modelo de reparto distinto del empleo que funcione, hay muchos problemas que aparecerían si lo hacemos de modo simple, repartiendo la riqueza entre todos sin un mecanismo que permita "hacer méritos" para obtenerla.

Yo todavía no he dado con una solución satisfactoria, pero al menos sí sé cuál es el problema, y ése es el punto de partida imprescindible para poder encontrar un día la solución.

Únicamente recuerdo dos momentos de alegría en los últimos años mientras esperaba que los políticos se ocupasen de este problema:

  • El primero ha sido el intento, parcialmente frustrado, de reducir el tiempo de trabajo en Francia. Esta solución, lógica como pocas, aunque no resuelva el problema de fondo, si contribuiría a retrasarlo, mejorando al mismo tiempo nuestra calidad de vida. Y si no, que se lo pregunten a los franceses que disfrutan de fines de semana largos utilizando los "días RTT" (por "Réduction du Temps de Travail")
  • El segundo fué un artículo de Ramón Jáuregui que leí en El Pais hace varios años en el que sostenía que no es lógico que los trabajadores no aprovechemos el enorme progreso que se ha producido con la mecanización del trabajo trabajando menos horas.

De momento han sido dos relámpagos de clarividencia fugaces,

Yo, como decía Brassens en La Tormenta,

"Desde entonces jamás he dejado el balcón,

No hago más que poner la máxima atención,

En cirros cúmulos y estratos,

Esperando que al fín

Un día nos unirá una gran tempestad

Tras la que no vendrá la calma"

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