martes, 17 de agosto de 2010

Diálogos en cubierta: el derecho a poseer armas y la libertad del ciudadano

Durante mis vacaciones de una semana a bordo de un velero, además de vivir experiencias nuevas y extraordinarias, que recomiendo a todo el que pueda hacerlo, tuve la oportunidad de charlar con el capitán del barco, Raúl, un tipo interesante, y con el marinero Jens, probablemente tan interesante como Raùl, pero más exótico, al que acabamos conociendo como "el alemán de Chamartín", tanto por sus orígenes geográficos como por su hablar castizo.
Quizás debería decir "múlti-castizo", porque su capacidad para hablar como un nativo del lugar se extiende a varios idiomas, incluido el "menorquín"
Algunas de las conversacIones fueron realmente interesantes, de ésas que te descolocan un poco porque te muestran la realidad que ya conoces desde un punto de vista diferente que puede incluso llegar a cambiar tu posición sobre algunos asuntos.Una de las más interesantes versó sobre la prohibición de la posesión de armas de fuego y contó con la participación de convencidos defensores de dos posturas enfrentadas, una a favor y otra en contra del derecho a poseer armas de fuego tal como está en vigor actualmente en Estados Unidos.
La conversación surgió a propósito de Charlton Heston, de quien alguien dijo, ¡lástima que sea tan facha!, a lo que Raúl replicó: ¡falso!, Charlton Heston es un progresista, que incluso ha tenido problemas por ello.
- y entonces, ¿por qué defiende el derecho a poseer armas de fuego?
- porque ama la libertad
- eso no parece coherente
- al contrario, lo es y mucho.
Vayamos al principio.
Los ciudadanos, a lo largo de la historia, han decidido delegar el uso de la fuerza en un gobierno, ya sea nacional, de la ciudad, del estado, etc., para que defienda los derechos de todos frente a los que pretenden atacarlos.
En algunos momentos de la historia, demasiados, aquellos en quien se había depositado la confianza para dicha misión han utilizado la fuerza que se les había delegado para sojuzgar a los ciudadanos.
Y en algunas ocasiones, como durante la revolución francesa o la revolución americana, los ciudadanos recordaron a los poderes políticos que esa fuerza que estaba en sus manos no era de su propiedad, que pertenecía a los propios ciudadanos que la habían prestado, pero que seguían siendo los verdaderos titulares de ella.
En las mencionadas revoluciones, uno de los primeros pasos de los ciudadanos fue la reclamación de la posesión de las armas para ejercer personal e individualmente la fuerza que les era propia para recuperar y conservar sus derechos.
También durante el levantamiento de Mola, Sanjurjo, Franco y sus otros colegas en el año 1936 en España, los ciudadanos españoles, con los anarquistas a la cabeza, como correspondía a su ideología radical en la defensa de la libertad individual, reclamaron la entrega de armas a la población civil para que ésta pudiera defender sus derechos frente a los militares que utilizaban ilegítimamente las armas que dicha sociedad civil les había cedido para defenderla y ahora volvían contra ella.
En el marco de todas las revoluciones, el pueblo ha reclamado el derecho a disponer de la fuerza, es decir, de las armas, para defender sus derechos.
En la cultura de los ciudadanos americanos ha permanecido muy arraigada la desconfianza hacia los gobernantes y el celo por la libertad de cada individuo y su derecho a defenderse.

Y una de las manifestaciones más explícitas de dicha libertad individual es, en los Estados Unidos, el derecho a poseer armas. Un derecho que, de algún modo recuerda que la fuerza, materializada en las armas, pertenece al ciudadano individual y el estado únicamente tiene el usufructo mientras los ciudadanos decidan mantenerlo.
Hay que recordar que en muchos otros países del mundo existe el derecho a poseer armas en términos similares a los que están en vigor en los Estados Unidos. Por ejemplo, los países nórdicos, o Suiza, donde no existe ejército profesional y cada ciudadano en edad militar guarda en su casa las armas de guerra reglamentarias, participando con ellas, una vez al año, en acciones de entrenamiento militar.Tras estas explicaciones, subrayaba Raúl el error que a su juicio cometemos muchos en Europa al asociar la libertad de posesión de armas con los episodios de matanzas perpetrados por algún loco con un rifle en los Estados Unidos, defendiendo que, de existir dicha relación, también deberían producirse dichas matanzas en los otros países con legislación similar, y los hechos lo desmienten.
Pensaba yo, al oír estos argumentos que en este asunto puede ocurrir como con el debate sobre las corridas de toros.
En efecto, cuando uno considera de modo objetivo en qué consiste una corrida de toros, racionalmente sólo se puede rechazar. Sin embargo, son muchos en España los que defienden nuestra "fiesta nacional" desde todas las posiciones ideológicas, entre otras razones por su arraigo en nuestra cultura.
Pero la mayoría de los ciudadanos de otros países en los que no existe la misma tradición no comprenden cómo puede un pueblo civilizado admitir un trato tan irracional a los animales.
Y encontraba yo un paralelismo muy claro entre esta actitud de muchos ciudadanos extranjeros hacia las corridas de toros y la incomprensión que nosotros mostramos hacia la defensa del derecho a poseer armas en los Estados Unidos
No ha cambiado radicalmente mi posición al respecto, sigo pensando que no es bueno que haya tantas armas, especialmente aquellas cuya finalidad es principalmente matar o herir a personas, en posesión de particulares sin prácticamente ningún control.
Sin embargo, sí he abierto mi mente para tratar de entender a los americanos que defienden ese derecho y dejar de considerarles ultraderechistas fanáticos, tal como tendía a hacer hasta ahora.

-- Desde Mi iPad

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Google Analytics Alternative