jueves, 29 de octubre de 2009

Viaje a las Arribes del Duero, Zamora y El Bierzo. Segunda parte: Las Arribes del Duero

Crees que conoces España porque ya has estado en todas sus provincias, en todas sus capitales, y entonces decides visitar el Duero, su río más caudaloso, y descubres que te queda mucho por conocer.
El otro día decía uno en Twitter: Daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro. Creo que era una frase de algún famoso, pero a la vista de lo que descubro en las Arribes del Duero, sería aplicable a lo que yo conozco de España.
Vivir en un lugar como Aldeadávila significa varias cosas:
  • Por un lado formas parte de la España Rural, ésa que vive en el campo y contribuye a conservar la naturaleza, tanto su existencia como su conocimiento.
  • Por otro, tienes la suerte de albergar en tu ciudad una actividad económica que contribuye económicamente al sostenimiento de la zona, la mayor central hidroeléctrica de España y una de las mayores de Europa, con una capacidad de producción equivalente a la de una central nuclear.
  • Además, al estar en la frontera con Portugal, tienes un punto de vista más amplio sobre la vida de lo que solemos tener los demás, que tendemos a mirarnos al ombligo con mucha frecuencia.
  • Y sobre todo, disfrutas cerca de tu casa de algunos de los parajes naturales más impresionantes de España, incluyendo un gran río, unos acantilados sobre el mismo que quitan la respiración, una fauna en libertad que para los urbanitas sólo son una fotografía o una imagen detrás de unos barrotes o un foso en el zoo.
Quizás los naturales del lugar envidien la movida madrileña, la densidad de bares y restaurantes de la gran ciudad, las posibilidades para estudiar o practicar el ocio de los que vivimos en Madrid, Barcelona o cualquiera de las grandes ciudades de España.
Pero para mí, el vértigo de la vista del río desde los miradores de la presa, o el del fraile, o la sorpresa del paso de un inmenso buitre leonado a pocos metros de nuestra cabeza, que parecía que iba a llevarnos por los aires como si fuéramos su almuerzo del día, o el sobresalto de encontrar una víbora de unos 70 centímetros, con su cabeza triangular, más asustada que nosotros al vernos pasar junto a ella para entrar en el mirador del fraile, o la emoción compartida con una clase de cuarto de ESO completa al ver desde el barco a un cormorán volar a ras del agua pescando su comida del día, para mí, urbanita empedernido, es como un viaje iniciático a la naturaleza, a lo desconocido, a un pasado remoto.
Todo eso sin mencionar el descubrimiento de la gama de colores del otoño en la naturaleza, cuando los árboles nos enseñan en sus copas cuántos matices pueden tener el amarillo, el marrón o el rojo, para transitar desde el verde de la hoja que nace en primavera al ocre de la que muere pisoteada en otoño
Y recomiendo esta experiencia a todos los que pasais vuestro tiempo entre el metro y la oficina, entre el autobús y la escuela o la universidad, sin ver día a día más que hormigón, coches y asfalto, y llegais a creer que los árboles son una cosa que sale de agujeros en las aceras.
Las Arribes del Duero es uno de los mejores lugares para acercarse a la naturaleza, venid aquí, no lo dudeis.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la descripción que hace de mi comarca y de mi pueblo. Agradezco que exponga sus sentimientos al contemplar la naturaleza en el centro de las Arribes.
    Espero que repita pronto su experiencia.
    Le esperamos en la Oficina de Turismo.
    Un saludo cordial.

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  2. Hola Bernardo. Yo si estuve por allí hace dos añitos y la verdad es que fue una experiencia extraordinaria ¡y eso que duró sólo 3 días! Espero volver a visitar esa comarca extraordinaria. Muy recomendable la vista desde los miradores ¿no tendrás alguna fotillo de por allí?

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