miércoles, 20 de enero de 2010

La conciliación de los horarios de trabajo con la vida personal y su relación con la calidad de la educación

La educación de los niños y adolescentes es una labor en la que intervienen cuatro actores:

  • El niño, que es el más importante
  • La familia que, en general, es el más influyente
  • El maestro, que es el que tiene la responsabilidad de estructurar la educación y darle consistencia
  • La sociedad, que aporta el entorno en el que se va a desarrollar la educación, algo así como el medio disolvente en el que se van a mezclar los componentes de la fórmula mágica.

La incorporación de la mujer al mercado laboral en los últimos 40 años ha reducido dramáticamente el tiempo disponible en el seno de la familia para contribuir a la educación de los hijos.

Dicha incorporación, pese a haber coincidido con un progreso tecnológico fabuloso, que ha reducido la necesidad de mano de obra para producir riqueza en un porcentaje nunca conocido anteriormente, no ha venido acompañada de una reducción del tiempo de trabajo de los hombres. Antes al contrario, las mujeres se han incorporando trabajando el mismo número de horas que los hombres.


El resultado de este fenómeno es evidente en la familia clásica: el tiempo disponible por parte de la pareja (padre y madre) para realizar las labores domésticas y convivir con sus hijos se ha visto reducido en ocho horas diarias como media (sin contar el tiempo de desplazamiento al trabajo ni el dedicado a comer cuando ambos comen fuera de casa)

Parte de esta diferencia se ha compensado con la contratación de personas externas para realizar las labores domésticas (limpieza y cocina principalmente).

Pero el tiempo dedicado por parte del padre y la madre a convivir con sus hijos se ha visto reducido de forma drástica.


Entre mi padre y mi madre, hace cuarenta o cincuenta años, dedicaban 42 horas semanales al trabajo remunerado fuera de casa
Hoy entre mi pareja y yo dedicamos 75 horas semanales a dicha actividad.

¿Dónde está el progreso?

Calculando que cada día dedicamos 8 horas a dormir, el tiempo restante disponible cada semana son 112 horas por persona. Mis padres disponían de 224-42= 182 horas para dedicarlas a la vida familiar.
Entre mi pareja y yo, disponemos de 224-75=149 horas (aproximadamente un 20% menos)

Comparado con la infancia de los que ahora tenemos cincuenta años o más, los niños de hoy pasan mucho más tiempo con trabajadores dedicados a su educación o guarda, ya sea en guarderías o en su propia casa y mucho menos conviviendo con sus padres.


Esta diferencia tiene consecuencias muy serias y negativas sobre la educación: La familia tiene un peso menor en la educación de los hijos, lo que produce un desequilibrio al disminuir las componentes afectivas y emocionales y aumentar las componentes de transmisión de contenidos o, simplemente, pasivas.


Hace poco, en la anterior legislatura, se habló mucho de la adecuación de los horarios para conciliar la vida laboral con la familiar. Había un alto cargo del gobierno que tenía como misión explícita y específica el desarrollo de medidas para favorecer dicha conciliación.

Ahora parece que con la crisis nos hemos olvidado de lo más importante, que no es el aspecto económico de la vida sino la felicidad de las personas.

Ya nadie habla de adecuación de horarios y conciliación, parece que ante la crisis todos tuviéramos la obligación de trabajar más y no hablar de estas cosas, que casi se consideran frívolas.

Pues bien, yo reivindico como un asunto de la máxima importancia, que se vuelva a situar este asunto en el primer plano de las preocupaciones de la sociedad española.
No puede haber economía sostenible si la educación de nuestros hijos es defectuosa.
Y tampoco merece la pena desarrollar un sistema social sostenible si se hace en detrimento de la felicidad de las personas.

Es preciso hablar de flexibilidad en los horarios de trabajo, de reducción de jornadas laborales, de cambiar la cultura de las jornadas prolongadas para sentirnos más importantes, de convertir en una descortesía el posicionamiento de reuniones al final de la jornada con la intención de prolongarla, etc.


Es un error muy frecuente el de perder algo bueno que tenemos cuando cambiamos las cosas con la intención de mejorar lo malo.

La incorporación de la mujer al mundo laboral es una mejora incontrovertible.

Pero con los cambios realizados en los últimos cuarenta años hemos perdido algo muy valioso que teníamos:

TIEMPO PARA VIVIR CON LOS HIJOS Y DEMÁS FAMILIA

¡Recuperemos nuestro tiempo!

2 comentarios:

  1. ¿Has leido "El vendedor de tiempo" de Fernando Trías de Bes? No te lo pierdas...
    Efectivamente la conciliación de la vida laboral y personal necesita que demos una vuelta importante a la mentalidad empresarial (y laboral) española: eso de vivir para hacer horas extras y "quedarse hasta que se vaya el jefe" debería ser tan extraño para nosotros como para los holandeses... Si no lo hacemos, cualquier día nuestros hijos nos verán como extraños, meros accidentes en sus vidas... y perderemos cualquier posibilidad de influir en su educación

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  2. Gracias por tu comentario Jose A. y por tu recomendación.
    Buscaré el libro

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