miércoles, 15 de abril de 2009

Ayer fue 14 de abril

Cada año el 14 de abril me provoca alegría y melancolía a partes iguales.
Hace 78 años, un 14 de abril, se proclamó la República en España como consecuencia de unas elecciones municipales ganadas por la izquierda.
Fue el comienzo, alegre y esperanzador, de la salida de España del atraso político y cultural en el que estaba sumida desde hacía muchos años.
Cuando digo "atraso cultural" me refiero a la cultura con minúsculas, la que hace que todos los ciudadanos tengamos el nivel cultural suficiente para ejercer la ciudadanía plenamente.
Cinco años, tres meses y tres días después, ese movimiento fue interrumpido temporalmente, durante 40 años tristes y grises, por otro Movimiento, que irónicamente se llamó "Nacional".
Afortunadamente, hoy vivimos la continuación de aquel impulso modernizador y progresista.
Cada año, junto con la alegría del significado de la efemérides, me embarga un sentimiento de responsabilidad por la lucha necesaria y recurrente que es preciso llevar a cabo para mantener los logros de libertad, justicia, igualdad de oportunidades y cada uno de los derechos humanos que creemos disfrutar para siempre.
Hace unos días en el acto por la igualdad en la Casa de Campo, uno de los intervinientes recordó una cita que más o menos decía:
"Ningún derecho se ha logrado para siempre, cada 25 años es necesario volver a luchar por todos ellos"
La melancolía a que me refería al principio pertenece al plano de lo personal. El 14 de abril de 1931, mi abuelo, obrero textil exhiliado en Francia por haber luchado por sus derechos en las huelgas de Alcoy 6 años antes, dijo a mi madre, que tenía entonces 9 años y se recuperaba de una difteria: "En cuanto te pongas buena, nos volvemos a España".
Mi abuelo creía, confiaba, como tantos otros, en que la llegada de la República significaría la felicidad y el progreso para los españoles y él quiso participar de esa oportunidad.
Poco podía imaginar que en España le esperaba el empleo precario y devaluado, nunca en su especialidad, la pobreza, la guerra, la cárcel en el monasterio de El Puig al terminar aquélla, y la pobreza, penalidades y tristeza de la dictadura.
¿Qué otra cosa puedo hacer que seguir luchando cada año, como si hubieran pasado veinticinco desde el anterior, para volver a conquistar nuestros derechos, evitar otra interrupción y acercarme a la felicidad?
Gracias a mi abuelo, a mi padre y a todos los que lucharon antes y no fueron tan afortunados como nosotros que podemos hacerlo desde una posición tan envidiable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Google Analytics Alternative