lunes, 8 de febrero de 2010

La economía sumergida es INSOLIDARIDAD

¡Basta ya de condescendencia!
La economía sumergida es insolidaridad pura y dura.
No podemos sentir empatía con alguien que se aprovecha de los impuestos que pagamos todos, los trabajadores que gozamos de una posición razonablemente acomodada y los trabajadores que apenas consiguen llegar a fín de mes.
A ese fontanero que nos pregunta si queremos factura, a esa empleada del hogar que dice que no quiere que la den de alta, a ese comerciante que nos pregunta si queremos recibo, a ese propietario de bar que no hace contrato a sus camareros o a su cocinero porque la cosa no da para más, el trabajador que cobra un sueldo, sea alto o bajo, fijo o intermitente, le está pagando el autobús, el metro, el médico, el colegio de sus hijos, y tantas otras cosas.
Esas personas que viven en la economía sumergida son insolidarias.
Y la única reacción que deberíamos tener hacia ellas es la de exigirles que cumplan con su obligación de ciudadanos y paguen sus impuestos.
Esos sí son ilegales, y no los inmigrantes.
Una sociedad que admite esta situación y hasta sonríe en ocasiones al presenciarla en directo, está propiciando que se perpetúe.
Ante la economía sumergida TOLERANCIA CERO.
Deberíamos exigir estar al corriente de pago de todos nuestros impuestos para tener derecho a votar.
A quien se comprueba que ha defraudado a hacienda voluntariamente se le debería suspender el derecho a voto.

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